domingo, 22 de mayo de 2011

2001, KIRCHNERISMO Y PRESENTE.


A una década de las jornadas de diciembre del 2001 la historia nos demuestra que el kirchnerismo ha sido el “bombero del 2001”. Ha venido a recomponer los lazos de dominación erosionados por la rebelión del 19 y 20 de diciembre. En este sentido, Néstor Kirchner ha sido el político que mejor leyó el 2001 y lo que se necesitaba para asegurar la gobernabilidad del sistema ante un proceso como aquel que todavía continúa abierto y opera como un condicionante para cualquier gobierno.
Con la ayuda del Duhaldismo, el Kirchnerismo asume el poder sin una base social propia lo que lo lleva a iniciar una maniobra de cooptación hacia los movimientos sociales, organismos de DD.HH. y diversos sectores de la intelectualidad progresista y  de centroizquierda. Apelando a un nuevo discurso progresista –necesario teniendo en cuenta el descontento popular del 2001- el kirchnerismo comienza a operar en el terreno de lo simbólico retomando banderas de lucha de nuestro pueblo, pero con políticas concretas para esos reclamos históricos del campo popular como ser lo realizado en materia de DD.HH y ley de medios (entre otros). Muchos son los sectores que desde la vuelta de la democracia vienen pugnando por una nueva ley de medios y por memoria, verdad y justicia con respecto a  lo ocurrido durante la dictadura genocida.
Sin embargo, más allá de ciertas políticas favorables a reivindicaciones históricas de nuestro pueblo, hay muchas otras medidas que nos ubican  lejos de este gobierno y del proyecto que intenta llevar a cabo. Las políticas de saqueo a nuestros bienes comunes (expresadas en la megaminería contaminante, la soja y el petróleo), los recurrentes pagos a la deuda externa ilegal e ilegítima, la criminalización de la protesta social y la convivencia con la burocracia sindical y sus patotas para estatales, son todas cuestiones estructurantes que también hacen a un modelo.
Aunque exista un crecimiento sostenido de la economía con ciertas políticas redistributivas hacía los sectores populares, todavía, a casi a una década, la pobreza y la marginación siguen siendo estructurales en nuestro país.
Esto mismom nos lleva a afirmar que, en el plano nuestroamericano,  kirchnerismo no forma parte de la oleada de gobiernos populares y antiimperialistas que en esta útlima década tanto en Venezuela, Bolivia y Ecuador han enfrentado a los intereses del imperialismo con la movilización popular en las calles. ¿Por qué decimos esto? Porque un gobierno es popular cuando gobierna el pueblo, cuando el pueblo defiende sus conquistas, cuando hay construcción de poder popular con las masas como protagonistas y en este sentido el kirchnerismo está lejos de constituir un proceso de estas características. El modelo económico que propone basado en el saqueo de nuestros bienes comunes, más la ausencia de proyectos de distribución de la riqueza, muestran en la realidad concreta la raíz antipopular y servil al imperialismo del proyecto kirchnerista. Es precisamente este modelo económico de rapiña y la ausencia de las masas populares en las calles, lo que lo diferencia de los procesos llevados a cabo en otros países de nuestramérica como Venezuela, Bolivia y Ecuador, independientemente de las relaciones diplomáticas que se mantengan con los gobiernos de estos países. Por no nombrar también otras políticas como el pago de la deuda externa ilegal e ilegítima sin ponerla siquiera en revisión como hizo Correa en Ecuador (a pesar de contar con la formidable investigación de Alejandro Olmos y el fallo del juez Ballesteros), las relaciones carnales con el sionismo genocida, la sanción de la ley antiterrorista, en definitiva todos hechos que también vienen a demostrar que lejos está el kirchnerismo de constituir un proceso de democracia de masas popular y antiimperialista como sucede hoy en Venezuela, por citar un ejemplo.
Y que lejos también está de esa mirada, que se intenta vender desde los medios oficialistas, de una argentina de militantes progres y bienintencionados que acuden a todos los elementos de la liturgia peronista para hacernos creer “que todo esta bien” y “que todos estamos bien”. Una visión donde se intenta construir un relato épico rescatando figuras de nuestra historia como John William Cooke o el mismo Che Guevara pero pasados por el lavarropas del revisionismo oficial para lavarle todo su contenido revolucionario y anticapitalista. Una mirada que también pretende hacernos creer que los jóvenes funcionarios del gobierno son los herederos de aquella juventud maravillosa de los setenta, verdadero modelo de militancia sacrificada y desinteresada.

¿Por qué decimos que el modelo económico del kirchnerismo es un modelo de rapiña?

El actual modelo económico ha surgido de una de las mayores crisis sufridas por nuestro país, así como se han recompuesto los lazos de dominación, en materia económica se ha recompuesto la acumulación con presencia del Estado en la política fiscal, monetaria, laboral y financiera  con la intención de recuperar la gravitación de la industria en la economía del país. Pero más allá de esta intención industrialista y del énfasis en el sector exportador los hechos verifican una continuidad en el proceso de extranjerización de nuestra economía como lo demuestran, por citar un ejemplo, la venta que realizaron de sus activos numerosos grupos económicos (como Bemberg, Pérez Companc, etc) a propietarios extranjeros tras la devaluación del 2002,  que tornó atractiva para esta “burguesía local” la venta de sus propiedades a capitales extranjeros.
A su vez, el modelo del kirchnerismo ha permitido una mayor presencia de los empresarios nacionales en el sector de los servicios, con subsidios y tarifas eleveadas aseguradas, frenando la privatización extranjera, algo que los empresarios locales, verdadera lumpenburguesía nacional, prefieren dada su inclinación a las ganancias sin riesgo y con un mínimo de inversión. El modelo actual, en este sentido, perpetúa el patrón de conducta histórico del empresariado argentino.
Pero la realidad demuestra que lo que se consolido con este modelo es una economía agroexportadora basada en la sojización y en el extractivismo minero y petrolero, pilares fundamentales del modelo,  que constituyen en este aspecto una continuidad y profundización de la entrega con respecto a la década de los noventa. Pues desde la irrupción de la soja transgénica a mediados de los noventa y la reforma del código minero para la misma época más la privatización de sectores claves de nuestra economía como es el petróleo, el kirchnerismo no ha hecho más que acentuar la ganancia de estos sectores sobre la base del saqueo de nuestros bienes comunes, como ocurre con las explotaciones de la megamineria a cielo abierto en la cordillera de Los Andes. En Argentina se pasó de exportar 750 millones de dólares en el sector minero entre 1998 y el 2003, a exportar 3000 millones durante el año 2007 (Diario Clarín, 17/03/2008), más del doble del presupuesto nacional para el Ministerio de Desarrollo Social y más de 4 veces del asignado al Ministerio de Salud en el mismo año (Diario Página 12, 24/09/2006). Como contrapartida a este saqueo, esta actividad de la minería a cielo abierto deja un inmenso e irreversible impacto ambiental, problemas para la agricultura y economía locales y un desmembramiento de las comunidades.
Asimismo, con este modelo extractivo asisitimos en el campo a un desarrollo de una agricultura sin agrucultores empujando a este sector hacía el monocultivo de la soja en función de una nueva estrategia del imperio de los biocombustibles y de la lógica de reproducción del capital de los agronegocios.  El cultivo de la soja por la forma industrial de su explotación emplea escasa mano de obra y un alto nivel de mecanización y automatización del proceso productivo al nivel de generar un solo puesto de trabajo cada 500 hectáreas.
En los últimos 10 años la producción sojera aumentó en un 300% causando la desaparición de más de 160 mil pequeños emprendimiento agropecuarios. Campesinos y pueblos originarios son obligados a abandonar sus tierras para el empleo del monocultivo de la soja. Esta es la realidad del modelo desarrollado por el kirchnerismo en el agro a lo que se suma el daño ecológico por el uso de agrotóxicos.
La depredación y el saqueo lejos de desacelerarse con este modelo  se ha profundizado y en el caso del agro a tal punto de poner en peligro nuestra soberania alimentaria: casi el 90% de la tierra cultivable en nuestro país está dedicada en su mayoría al monocultivo de la soja o a la industria de los comoditties y no a satisfacer necesidades alimentarias. Esto tiene como reverso la reducción de la superficie sembrada de yerba, arroz, maíz, girasol y demás alimentos no aptos para la especulación financiera que supone la lógica del agronegocio, más la reducción en el stock de ganado bovino, porcino, ovino y la actividad lechera.
En definitiva, el “boom sojero” que el modelo kirchnerista ha ayudado a fomentar en nuestra tierra ha hecho que perdamos la capacidad de asegurar nuestra alimentación y de decidir qué alimentos queremos consumir, qué producir, dónde vender, poniendo nuestra soberanía alimentaria en función de la especulación y no de las necesidades urgentes de nuestro pueblo.
A su vez, este mismo modelo reproduce también el saqueo y enajenación de nuestras riquezas por medio de los recurrentes pagos de la deuda externa ilegal e ilegítima, anunciando estos pagos como grandes proezas nacionales y festejadas con bombo y platillo como medidas “progresistas” que favorecerán a nuestro pueblo, cuando en realidad -además de ser políticas que revelan la dependencia y el servilismo-  terminan por destinar cantidades siderales de recursos al pago de intereses parasitarios en vez de destinarlos para solucionar la urgencia del hambre, de la falta de vivienda, del infraconsumo, del desempleo y del 82% móvil para los jubilados y toda una serie de medidas que el kirchnerismo sistemáticamente ha desestimado frente al pago de la deuda externa.

Creemos que al kirchnerismo se le debe pegar en donde se le debe pegar, es decir, en todas estas cuestiones estructurantes que venimos señalando y que hacen a un modelo de entrega y saqueo, y no apuntar las armas de la crítica en las políticas favorables a cuestiones que son reivindicaciones históricas de nuestro pueblo, como lo hacen muchos sectores de la izquierda. Por esto mismo, debemos complejizar nuestros análisis y caracterizaciones ya que la realidad no siempre es blanco y negro. De no hacerlo difícilmente llegemos a entender a los millones de compatriotas que verdaderamente creen que el kirchnerismo es la única solución posible para nuestro país. Difícilmente también logremos entender que el Kirchenrismo no es un bloque homogéneo, sino que en el conviven sectores progresistas y con vocación antiimperialista. Y mucho menos vamos a poder convencer y luchar contra el posibilismo y conformismo que quieren venderles a las nuevas generaciones de jóvenes que se acercan a la política, y menos aún mostrar que hay otras salidas, otros caminos para la liberación de nuestro pueblo por fuera de los marcos de la dependencia y el capitalismo, desde abajo y con las masas como protagonistas de la historia nuestraamericana.

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