domingo, 22 de mayo de 2011

LA CONDICIÓN POSMODERNA Y LA CUESTIÓN DEL PODER O DE CÓMO ENTENDEMOS LA POLÍTICA Y EL PODER

La fase por la que atraviesa el Imperialismo hoy no es la misma de hace 40 años atrás, otra es la situación mundial en la actualidad con el fin de la guerra fría y el auge del neoliberalismo más la aplicación de las recetas del Consenso de Washington en la década pasada en las economías de los países del cono sur. Pero que otras sea la etapa no quiere decir que el imperialismo haya muerto como nos quisieron hacer creer en su momento autores enrolados en corrientes posmodernas y posestructuralistas con libros que, vaya la paradoja, fueron best-sellers que gozaron de amplia aprobación en la prensa burguesa mundial.

El Plan Colombia, el Plan Puebla-Panamá, la invasión norteamericana a Irak conforman parte de alguno de los hechos que nos vienen a confirmar en el mismo devenir histórico lo equivocado de aquellas teorizaciones acerca del fin del imperialismo y los Estado Nación y el nacimiento de un Imperio difuso, fantasmagórico, asentado en una visión metafísica del Poder. Una mirada del Poder de carácter posestructuralista que nos viene a hablar de un Poder descentrado, diseminado en red, sin un centro real y concreto sino más bien un Poder que abarca todo el globo.

El problema de esta visión del Poder, como algo omnipresente, es que parece olvidar algunas cuestiones que -como los hechos históricos que nombramos anteriormente- vienen a refutar en la realidad misma lo erróneo, a nuestro criterio, de esta manera de entender el Poder. Pues basta con revisar la mesa de directorio de las grandes corporaciones y empresas trasnacionales, actores claves en esta etapa del imperialismo, para darnos cuenta que las acciones y fondos de inversión que la componen tienen un mismo origen: los países más industrializados del planeta. Incluso los actores e instituciones que signaron el imperialismo en décadas pasadas siguen siendo los mismos (Banco Mundial, FMI, etc).

Que el Poder en su manifestación concreta y real sea algo dinámico que se expresa bajo diferentes formas, estrategias y técnicas no quiere decir que el Poder no tenga un centro basado en las correlaciones de fuerza entre las distintas regiones y hemisferios del globo que conforman el orden mundial vigente. Esto mismo creemos que ya lo explica Gramsci con su concepto de Hegemonía. Como decía el revolucionario italiano la hegemonía se recrea en la vida cotidiana de muchas maneras, por medio de diferentes técnicas y estrategias (que posteriormente a Gramsci describió Foucault en clave postestructuralista), pero siempre hay una clase que la detenta.

Hoy la hegemonía siguen ejerciéndola los mismos actores de siempre, bajo nuevas formas, bajo otros ropajes (globalización como la llaman los teóricos del neoliberalismo) para disfrazar la misma lógica imperialista de siempre.
Creemos necesario hacer estas aclaraciones por que un error de diagnóstico y de caracterización, por más bienintencionado que sea, puede llevar a construcciones políticas y sociales erróneas y por ende a nuevos fracasos.

Siguiendo a David Harvey(1) creemos que el posmodernismo no es más que una crisis dentro del modernismo que abre el juego  la diversidad (sexual, étnica, etc) pero termina clausurándolo al abandonar la idea de totalidad, la idea de un gran relato impugnador del orden existente, lo que en la práctica real termina recluyendo a los movimientos sociales en luchas sectoriales fragmentadas y sin un horizonte integral que las conecte. Por eso es que creemos en la necesidad de rescatar al marxismo y al materialismo histórico como gran relato pero de una manera renovada y creativa, buscando nuevas formas de construcción política que sean eficaces y sin caer en elucubraciones y extravíos teóricos que estarán muy bien para la realidad de ciertos sectores europeos pero que nada tienen que ver con nuestra realidad latinoamericana. Por ello consideramos necesario ir apelando a nuevas matrices de acumulación política, sin perder de vista la centralidad del imperialismo y la lucha de clases, llamando a las cosas por su nombre, sin renegar de ninguna forma de organización en particular ya que creemos que no son éstas sino las personas concretas quiénes hacen mal uso de las herramientas. Y además por que consideramos que en definitiva será el pueblo quien adopte y se apropie o invente sus propias herramientas de lucha y formas de organizarse.

No creemos en el nuevo metarrelato del posmodernismo y su propuesta política de construir poder popular en los márgenes del sistema, como así tampoco creemos en el fetiche de la conspiración y la clandestinidad, en el fetiche de la autoimposición de la lucha armada como la única forma de construcción de poder popular. La política revolucionaria debe ser de cara a las masas y no lejos de ellas, construyendo poder popular y trabajando en pos de la unidad de los que luchan, de los compañeros enmarcados en diferentes corrientes ideológicas del campo popular y de todos los sectores sociales que pugnan por un cambio para construir un gran Frente Nacional por la liberación.


(1) David Harvey, geógrafo y teórico social inglés, autor de "La Condición posmoderna" entre otras obras.

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