viernes, 11 de noviembre de 2011

El asesinato de Alfonso Cano, líder de las FARC-EP, otra eslabón más en una larga historia de terrorismo y muerte

Los combatientes caen en combate, no mueren. Honramos su historia y su lucha, la consecuencia política y el espíritu revolucionario, porque mientras haya un pueblo sojuzgado, la heroica lucha de los caídos será un ejemplo para la liberación socialista de nuestra Patria. Porque para nosotros la patria, es Nuestramérica, y mientras haya un solo pueblo oprimido es un deber revolucionario, unirnos en un solo puño.

Porque creemos en el legado de Bolívar y el Che y su heroica lucha por una Patria Grande Socialista y libre del yugo imperialista. Porque somos capaces de sentir la hermandad que nos une con todos aquellos que luchan por el fin de la desigualdad, de la injusticia, de la pobreza y de la opresión. Porque mientras haya un sistema económico y político, que clausura y niega a las grandes mayorías, que hipoteca y entrega la soberanía de los pueblos, que proscribe históricamente a las clases subalternas, entonces es menester y obligación, hacer un llamado de unidad revolucionaria.

El hermano pueblo de Colombia hace más de 40 años que es sometido a un terrorismo estatal y paraestatal disfrazado constitucionalmente con el nombre de "Seguridad Nacional". Esta misma situación ha sido fogoneada durante décadas por el Departamento de Estado del Gobierno de Estados Unidos quien ha contribuido y contribuye militar, financiera y tecnológicamente al narcoparamilitarismo y al terrorismo estatal en Colombia, al mismo Estado que desde 1948 ha institucionalizado los "falsos positivos" que no son ni más ni menos que el asesinato sistemático de civiles indefensos "sospechosos" de colaborar con la guerrilla. Estos “falsos positivos” han ido en aumento últimamente, se calcula alrededor de entre 3000 y 8000 casos, una escalda de violencia producto de la decisión política del Estado Colombiano de aumentarle el rango a los militares que no hace más que perpetuar el genocidio que sufre hace décadas el pueblo colombiano.

Las FARC, como también el ELN, no son más que un emergente de miles de patriotas revolucionarios que han decidido tomar el camino de las armas para resistir la violencia de una oligarquía que hizo del terrorismo político una violencia sistemática para liquidar todo tipo de oposición revolucionaria y democrática a un régimen que mantiene a Colombia sumergida en la miseria y la muerte, que ha usurpado tierras a los campesinos y colonos sembrando de muerte el campo colombiano. Y son también producto de la injerencia del imperialismo norteamericano en los asuntos internos y en la lucha política y militar de un país soberano.

Hoy Santos, ayer Uribe, lo que queda claro más allá de los nombres es la no voluntad del Estado Colombiano y el imperialismo yanqui para la negociación en busca de un proceso de paz, porque su paz es la paz de los cementerios, su estrategia es la Pax Romana. Sin embargo, desde las FARC, particularmente a través de la figura del Comandante Cano, en los últimos tiempos hubo una fuerte predisposición a buscar una salida política al conflicto a través de la liberación unilateral de rehenes y prisioneros de guerra que tuvo como respuesta, por parte del gobierno colombiano, la intensificación de la guerra provocando más de 3 millones de desplazados.

Esta actitud del Estado Colombiano no es nueva ni debe sorprendernos, basta repasar la historia reciente del hermano país de Colombia y traer a la memoria la experiencia de la Unión Patriótica, un intento de darle una salida política al conflicto por parte de la guerrilla, allá en los años 80, que terminó con el asesinato de 5000 dirigentes políticos y sindicales en manos del paramilitarismo. Lo que queda claro es que los sectores dominantes en Colombia solo quieren rendición y no cambios estructurales y democráticos, y la muerte de Cano no es más que otro eslabón en una larga historia de muerte y masacres que ejemplifican las prácticas terroristas y criminales de un Estado que, con la complicidad de los "países civilizados", se niega siquiera a reconocer la guerra civil que hace 60 años asola al pueblo colombiano.

Alfonso Cano, y todos los combatientes revolucionarios de las FARC-EP, no han muerto. Su caída en combate es para nosotros un ejemplo de consecuencia política y de entrega por las causas más justas.





Hasta la victoria siempre Comandante Cano!

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